TALLERES ARTÍSTICO CULTURALES

LITERATURA Y MUSICA EN COLEGIO ADVENTISTA DE TALCAHUANO

Poema de Miguel Hernández poeta español

sábado, 14 de enero de 2012

Leer es pensar



Monografía creado por Pablo Mora . Extraido de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/leer.html


Entre las operaciones que se cumplen en el acto de leer tenemos: la percepción, el reconocimiento, la organización y la retención del material leído. Se trata de percibir unos elementos y relacionarlos hasta dar con el significado o los significados que hagan posible su comprensión.

El desarrollo del pensamiento, según Hilda Traba, se correlaciona con los niveles de comprensión en la lectura. Progresivamente, la formación de conceptos discurre a través de las funciones de diferenciación, abstracción y ordenamiento, pasando por la inferencia y la generalización que, a su vez, incluyen la identificación, la comparación, la síntesis y la interpretación.1

Leer es pensar. La lectura equivale al proceso del pensamiento. Sin el pensamiento, la lectura no sería sino una simple actividad mecánica de reconocimiento de palabras y no la posibilidad de interpretación de símbolos, captación de significados y evaluación de mensajes.2

La lectura implica, al menos, cuatro operaciones: reconocer, organizar, elaborar y evaluar. Alcanzar el significado de los símbolos gráficos empleados en el texto; combinar el significado de las palabras en la oración, frase, párrafo o capítulo de marras; por último, evaluar o cotejar los contenidos con los ideales, las concepciones y sentimientos propios para aceptar o rechazar las supuestas verdades o afirmaciones vertidas en el texto.3

Para Goodman, la lectura se compone de cuatro ciclos: un ciclo óptico, que va hacia un ciclo perceptual, de allí a uno gramatical, terminando finalmente con un ciclo de significado.

Diríamos con Piaget que el ejercicio de la lectura gira entre la continuidad y la novedad, entre la estabilidad y el cambio, entre la asimilación y la acomodación, con miras a un equilibrio que progresa a medida del desarrollo intelectual del hombre, de su maduración, experiencias físicas e interacciones sociales.4

Por otra parte, si “el objetivo principal de la educación es crear hombres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que han hecho otras generaciones: hombres que sean creativos, descubridores”5, nos correspondería apuntar permanentemente a una lectura crítica, a una evaluación de nuestro devenir personal, histórico, donde, haciéndole caso a Russell, participen por igual factores actitudinales, cognoscitivos y evaluativos, en función del examen, del juicio, sobre nuestro acontecer diario.6

Pero ¿qué mayor acontecer diario que el de nosotros mismos? Antes que cualquier lectura horizontal, vertical o selectiva, exploratoria, informativa o de estudio, el hombre requiere permanentemente una lectura evaluativa de sí mismo en función de una co-lectura.

Él, a quien gratuitamente como a San Agustín se le diera el libro de la naturaleza bajo el imperativo de tolle, lege -toma, lee-, ha de hacerlo suyo, mirarlo, ojearlo y hojearlo, pulsarlo, vivirlo, analizarlo, interpelarlo -olerlo como hace García Márquez con todo libro nuevo- hasta que habiéndolo leído de tomo a lomo sea capaz de legar la mejor lectura a la posteridad como relevo existencial de su presencia, peregrinaje y acción en el mundo. Él que vio, anduvo y leyó, posesionado del tesoro del espíritu universal, deberá -testigo en mano-, traspasarlo a las generaciones de relevo que lo esperan en el camino.7

La palabra -la lectura- es acto de fe, profesión de fe, búsqueda de luz, fototropismo ascendente positivo - zetesis poiesológica-, extensión de la conciencia. Toma, lee, se nos dijo. Hecha nuestra lectura, un día delegamos nuestro asombro, nuestra cosecha, nuestra poesía -creación- y así al infinito, todos, lectores, creadores, recreadores, poetas en plan de permanente elección, hijos del mañana con nostalgia de paz y de futuro, en sueño eterno, en teleescritura - teleliteratura eternas.